18 de octubre de 2024 | 4:48

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Feijóo el tuercebotas que va de sobrao

Jesús Carames

20 de julio de 2024 | 5:00 pm

Un mensaje captado por las cámaras

El miércoles pasado, una imagen captada en el Congreso de los Diputados desató una polémica. Alberto Núñez Feijóo, líder del Partido Popular, fue fotografiado con una «chuleta» en su escaño. El papel contenía anotaciones para su réplica a Pedro Sánchez, incluyendo un recordatorio de usar un «tono duro».

El fotógrafo Edu Nividhia fue el responsable de la instantánea, que rápidamente se viralizó en redes sociales. La imagen mostraba a Feijóo revisando sus notas, plagadas de subrayados y tachones. La mención explícita del «tono duro» generó una ola de comentarios y bromas sobre la necesidad de recordarle al líder del PP cómo debía enfrentar al presidente del Gobierno.

Feijóo con su super ego

La publicación de la foto provocó una reacción en cadena. El equipo de prensa del Partido Popular reclamó que la imagen invadía la privacidad de Feijóo, alegando que revelaba datos privados. Esta controversia llevó a la eliminación de la imagen de los servidores de agencias de noticias como Europa Press.

El reglamento del Congreso establece que solo los periodistas gráficos acreditados pueden realizar grabaciones gráficas o sonoras desde las tribunas designadas. A pesar de cumplir con estas normativas, el equipo de Feijóo argumentó que la imagen violaba la privacidad del líder de la oposición. Esta interpretación generó un debate sobre los límites entre el derecho a la información y la intimidad de los diputados.

Un historial de incidentes similares

Este no es el primer incidente de este tipo en el Congreso. En 2011, un mensaje privado enviado al teléfono de Alfredo Pérez Rubalcaba fue fotografiado y difundido. Jesús Posada, entonces presidente del Congreso, solicitó un informe jurídico sobre el posible conflicto entre el derecho a la información y la privacidad de los diputados.

Otro caso notable ocurrió en 2015, cuando la diputada Celia Villalobos fue fotografiada jugando al Candy Crush durante un debate. Estas situaciones subrayan la tensión constante entre la transparencia y la privacidad en el ámbito parlamentario.

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