9 de mayo de 2025 | 9:52

Bilbao

León XIV el nuevo Papa conoce bien Bilbao

RedacciónBH

9 de mayo de 2025 | 2:24 pm

Hay elecciones que sacuden al mundo. Y hay otras que, además, emocionan a quienes comparten una historia concreta con el elegido. En Euskadi, la elección de León XIV ha sido ambas cosas.

Cuando el humo blanco se elevó en Roma y el nombre León XIV fue pronunciado desde el balcón vaticano, en muchos rincones del mundo hubo sorpresa. En otros, alivio. En Euskadi, sin embargo, hubo una emoción distinta: reconocimiento. Porque el nuevo Papa no es, para la comunidad agustina vasca, un rostro desconocido ni un nombre lejano. Es alguien que estuvo aquí, que caminó por los mismos claustros, que rezó en las mismas capillas, que compartió mesa y risa en las casas de su orden.

De la calle Iparraguirre al corazón del Vaticano

El nuevo pontífice, de origen peruano y miembro de la Orden de San Agustín, fue superior general de los agustinos, y durante su mandato visitó Bilbao en 2011. No fue una visita protocolaria. Pasó por la sede de la congregación en la calle Iparraguirre, y también por el colegio Urdaneta de Loiu, uno de los centros educativos más emblemáticos del norte del Estado.

Allí, su paso no fue el de una figura lejana. Fue el de un hermano. Cercano, discreto, metódico. “Es una persona trabajadora y muy comprometida con la vida comunitaria”, recuerda el sacerdote Txus Álvarez Fernández, de la parroquia San José de la Montaña. Coincidieron en Perú como estudiantes y volvieron a cruzarse, años más tarde, en Roma. “La última vez fue este noviembre pasado”, rememora, con esa sonrisa que solo se reserva para los encuentros significativos.

Un papa con acento agustiniano y corazón vasco-latino

Desde las parroquias, colegios y comunidades agustinas de Euskadi, su elección se ha recibido con orgullo sereno y esperanza profunda. “Este nombramiento supone una continuidad espiritual. Pasamos de un jesuita a un agustino. Y eso no es menor”, afirma Juan José Echeverría, rector de la Universidad de Deusto. Porque el carisma agustiniano no es neutro: es una forma de entender la Iglesia desde la vida compartida, la escucha y la interioridad. Una Iglesia que reflexiona, que no grita, que acompaña.

León XIV, dicen los que lo conocen, es un segundo Francisco. Pero no por imitación, sino por coherencia. “Tiene el mismo compromiso con los últimos del mundo”, afirma el teólogo Jesús Martínez. “Es un hombre de frontera, pero también de profundidad”.

El peso simbólico de un nombre: León XIV como programa

En una Iglesia acostumbrada a leer los signos, el nombre importa. Y no hay elección inocente. Llamarse León XIV es colocarse en continuidad con León XIII, el papa que en el siglo XIX tendió la mano al mundo obrero, que habló de justicia social cuando todavía era sospechosa en los púlpitos. “Hay un programa de vida en ese nombre”, dijo el obispo de San Sebastián, Fernando Prado. Y no es exagerado. Es un mensaje, claro y antiguo, que apunta a los márgenes.

Porque la Iglesia no necesita un gestor. Necesita un pastor. Y eso, en palabras de quienes compartieron vida con él, es exactamente lo que es León XIV: un pastor que escucha antes de hablar.

Una emoción vasca, discreta y profunda

En la Iglesia vasca, el anuncio se vivió con recogimiento y emoción contenida, como corresponde a una tierra donde las palabras pesan. Desde distintas diócesis se ha valorado la cercanía del nuevo Papa con las bases, su capacidad de conectar con los que trabajan cada día en el terreno pastoral, lejos de cámaras y fastos.

En Euskadi, donde la fe se mezcla con la historia, y donde la espiritualidad agustiniana ha calado hondo, el ascenso de León XIV no es solo una noticia. Es una promesa. La de una Iglesia más fraterna, más humilde y más lúcida. Que no solo sepa mirar al mundo. Sino mirarlo desde dentro.

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