Deportes
SD Amorebieta empata con el Espanyol y su futuro se decidirá en el último partido
27 de mayo de 2024 | 11:28 am
Los azules dependen de sí mismos para mantener la categoría en LaLiga Hypermotion tras un empate sin goles en Lezama
El Amorebieta todavía no ha dicho la última palabra. Asume que su destino está asociado al sufrimiento y a la épica. Le han dado por muerto en varias ocasiones a lo largo del curso, pero su capacidad de supervivencia y su resiliencia le permiten llegar a la última jornada de LaLiga Hypermotion en un escenario que ya hubiera firmado con los ojos cerrados cuando las pasaba canutas en el fondo de la clasificación. El exigente duelo ante el Espanyol en su última comparecencia del curso en Lezama supuso una nueva prueba de fuego para el colectivo azul, que la superó con un empate sin goles que le habilita para depender de sí mismo en el epílogo de la competición, cuando visita al Mirandés, que ayer no pasó del empate en Albacete. Será un encuentro a cara de perro entre dos equipos que se la juegan de manera directa. El Amorebieta sellará su continuidad en la categoría si vence en Anduva, pero si no lo hace, ya empate o puerta, descenderá y sería el cuadro burgalés el que se salvase. Así de sencillo. Toda una temporada, 42 partidos, en solo 90 minutos.
Jandro decidió no repetir la fórmula que le premió una semana atrás en Tenerife y recuperó el blindaje de los tres centrales, un sistema que ha engullido el ideario con el que recaló en Urritxe. Así las cosas, Eneko Jauregi fue el sacrificado de inicio en la tarde que Xabi Etxeita, que el próximo domingo colgará las botas, se despedía de su casa, de ahí que el partido ofreciera ese pequeño punto emotivo. Pero estaba en juego mucho más que las cuestiones personales, consciente el Amorebieta de que debía sumar los tres puntos, o como mal menor no perder, ante un Espanyol con galones, que compareció en Lezama con el aval de catorce jornadas consecutivas sin perder y que puso en liza un once con una alta nómina de jugadores con un acentuado recorrido en la máxima categoría; un compromiso, por tanto, de los que requiere una exigencia excelsa para un equipo, como el vizcaíno, acostumbrado a salvar continuos match-balls desde numerosas semanas precedentes.
El partido requería solvencia y pericia, claves para ganar un encuentro.
No apareció ninguna de estas dos cualidades durante un primer acto muy plano en juego, con dos equipos temerosos, quizá demasiado afanados en el tacticismo por encima de virtudes futbolísticas, circunstancia que retrató un desarrollo muy pobre, con apenas ocasiones merecedoras de destacar. El Espanyol asumió el dominio territorial, un escenario predecible por la genética de ambas escuadras, ya que el Amorebieta se siente más a gusto en las lides de contención a la espera de desplegar esos arrebatos que emergen por la verticalidad de sus hombres atacantes, como los casos de Josué Dorrio y Jon Morcillo, que protagonizaron las tímidas aproximaciones de los azules que, así y todo, no generaron disparo alguno a los tres palos de la meta defendida por Joan García. Si los acreditó el cuadro catalán, que tampoco se sintió sobrado, en la persona de su pichichi, un Martin Braithwaite que casi sorprendió a Jonmi Magunagoitia en un peligroso golpe directo y en un remate de cabeza picado que se le fue por poco. Dos destellos que, sin embargo, no castigaron al colectivo de Jandro, blindado en su misión.
Una cosa es querer y otra, poder. Lo cierto es que el panorama varió muy poco en el segundo periodo, ya que fue el Espanyol el que mantuvo el dominio aunque fuera de manera más aparente que efectiva. No hubo muchos trastornos, salvo en apariciones de Pere Milla y Bare, que inquietaron en sus golpeos, pero no lo suficiente a un Amorebieta que tenía también un ojo en los resultados en otros estadios y que no perdió la compostura defensiva, una apuesta que le valía para jugársela a una sola carta en la última jornada. Jandro movió piezas, lo mismo que su colega periquito, estrategias que no dieron el fruto esperado en lo concerniente a la faceta anotadora, porque ninguno de los dos equipos puso argumentos creíbles para ello pese a los intentos baldíos de Dorrio y el australiano Ryan Edwards, que la tuvo en el descuento, pero su golpeo se fue arriba. La suerte está echada. Quedan 90 minutos para la gloria.
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