21 de mayo de 2024 | 1:48

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Caída en picado de los jóvenes que se declaran católicos

Desplome significativo en jóvenes autodefinidos como católicos

Jeickson Sulbaran

26 de octubre de 2023 | 2:00 pm

El paisaje religioso de España experimenta una transformación irrefutable. La identificación con el catolicismo ha sufrido una caída estrepitosa entre los jóvenes, un hecho que no solo redefine la espiritualidad de una nueva generación sino que también plantea interrogantes sobre el papel del Estado en la financiación de la Iglesia católica.

Desplome demográfico: un cambio en el paradigma espiritual

A lo largo de los últimos 30 años, la población joven que se adscribe al catolicismo ha experimentado un descenso alarmante. De un sólido 78%, cifra correspondiente a jóvenes entre 18 y 24 años que se identificaban como católicos en la década de los noventa, se ha pasado a un meritorio 28%. Este fenómeno no es aislado sino sintomático de una tendencia europea, donde la secularización gana terreno.

Razones detrás de una fe menguante

Las causas de este alejamiento son múltiples y complejas. La primera apunta a un cambio sociocultural. La juventud actual, imbuida en la era digital, muestra una tendencia hacia una conciencia global más homogénea y menos apegada a tradiciones ancestrales.

Además, la crisis de credibilidad por los escándalos dentro de la Iglesia católica ha lacerado la confianza de los fieles. La gestión opaca de casos de abusos sexuales, junto con una percepción de desconexión con las realidades sociales contemporáneas, ha empañado la imagen de la institución.

Un tercer factor involucra la educación. Existe una correlación entre un nivel educativo más alto y una menor adhesión a dogmas religiosos. Las nuevas generaciones tienen un acceso sin precedentes a la información, lo que fomenta un pensamiento crítico y una visión más escéptica respecto a las narrativas religiosas tradicionales.

Contraste con el apoyo estatal: financiación en la mira

Pese a la disminución del seguimiento religioso, el apoyo estatal a la Iglesia católica no ha visto un descenso paralelo. El Estado español destina anualmente alrededor de 11.800 millones de euros a diferentes partidas que tienen que ver directa o indirectamente con la Iglesia.

Desglose de un presupuesto controversial

Estos fondos se canalizan a través de diversas vías. Un porcentaje proviene de la asignación tributaria, permitiendo que los contribuyentes destinen una parte de sus impuestos directamente a la Iglesia. Además, se incluyen exenciones fiscales, como la no sujeción al Impuesto sobre Bienes Inmuebles (IBI) que, según varios informes, supone una merma considerable a las arcas públicas.

La financiación también se extiende a la educación religiosa en escuelas públicas, con el Estado asumiendo los salarios de los profesores de religión. Sumado a ello, se encuentran los costos de conservación de patrimonio artístico-religioso y subvenciones a entidades y actividades de carácter social gestionadas por la Iglesia.

Debate público y búsqueda de equidad

Este sostén económico, en contraste con el declive de católicos, especialmente jóvenes, ha reavivado el debate sobre la separación de la Iglesia y el Estado. Sectores críticos argumentan que el gobierno debería replantear estos privilegios económicos, abogando por un Estado laico donde prevalezca una distribución más equitativa y justificada del presupuesto nacional.

La discusión se intensifica al considerar que otros credos y visiones seculares no reciben un trato similar, lo que plantea interrogantes sobre la equidad en el tratamiento y financiación de diferentes grupos sociales y espirituales en España.

Futuro incierto por el desplome en jóvenes autodefinidos como católicos

España se encuentra en una encrucijada. La caída del catolicismo entre los jóvenes es un reflejo de una sociedad que evoluciona y cuestiona sus cimientos. El desafío para el Estado radica en equilibrar su herencia cultural con una gestión financiera que refleje la pluralidad y diversidad del siglo XXI. Mientras tanto, la Iglesia católica enfrenta el reto titánico de renovarse y reconectar con una generación que se aleja cada vez más de sus brazos.

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